El fantasma con mala suerte
José Antonio Zambrano*
Eran las doce de la noche y el fantasma dormía en su cama. Este fantasma vivía en un desván: descansaba en el día y asustaba de noche. ¿Qué cómo lo supe yo? Muy sencillo: lo espiaba por el ojo de la cerradura, no por el ojo de la cerradura de la puerta del desván, sino por el ojo de la cerradura de la puerta de la imaginación.
Esa noche, igual que todas las noches, sonó el despertador y el fantasma se levantó a la carrera. Pero... ¡oh, desgracia! Por las prisas se descuidó y pisó primero con el pie izquierdo. "¡Noche de mala suerte!", dijo, pues como era fantasma de buena cepa, su deber era ser supersticioso a ultranza.
Después de que pisó con el pie izquierdo, el fantasma corrió a tocar madera para librarse del mal agüero. Tocando madera estaba cuando, miau, un gato negro apareció en la ventana.
CUENTO: MI TRABAJO COMO
HADA DE LOS DIENTES
LES VOY A CONTAR UNA HISTORIA DE LOS DÍAS EN QUE FUI UN HADA DE LOS DIENTES.
ERA MI PRIMER TRABAJO Y NO LO HACÍA MUY BIEN. TODO COMENZÓ DE ESTA MANERA…
ACABABA DE ACURRUCARME EN LA CAMA… CUANDO ¡TALÁN TALÁN! SONÓ LA CAMPANA DE LOS DIENTES. NUNCA SE SABÍA CUÁNDO A ALGUIEN SE LE VA CAER UN DIENTE NI CUANDO UN HADA DE LOS DIENTES DEBE IR A RECOGERLO.
LOS NIÑOS SE PASAN EL DÍA ENTERO MOVIÉNDOSE LOS DIENTES PARA QUE SE LES CAIGA.
En un pequeño pueblecito, a las afueras de una gran ciudad, existía una diminuta carpintería famosa por los muebles que allí se fabricaban. Cierto día las herramientas decidieron reunirse en asamblea para dirimir sus diferencias. Una vez estuvieron todas reunidas, el martillo, en su calidad de presidente tomó la palabra:
–Queridos compañeros, ya estamos constituidos en asamblea. ¿Cuál es el problema que queréis tratar?
–Tienes que dimitir, exclamaron muchas voces.
–¿Por qué? ¿Cuál es la razón?, inquirió el martillo muy extrañado.
–¡Haces demasiado ruido!, se oyó decir al fondo de la sala, al tiempo que los demás afirmaban con sus gestos.
–Además –agregó otra herramienta–, te pasas el día golpeando todo.
El martillo se sintió muy triste y frustrado por lo que reaccionó de inmediato.
–Está bien –se sinceró con todos–, me iré si eso es lo que queréis. ¿Quién se propone como presidente?
–Yo –se autoproclamó el tornillo–, yo seré el próximo presidente.
–De eso nada –gritaron varias herramientas–. Sólo sirve si das muchas vueltas y eso nos retrasa todo.
Hubo un pequeño silencio sólo cortado por algún murmullo, hasta que de repente se levantó la lija.
–Seré yo, exclamó.
–¡Jamás! –protestó la mayoría–. ¡Eres muy áspera en tu trato y siempre tienes fricciones con los demás.
EL OSITO AU (5-7 años)
Adaptación de: Roberta Veritá. Cuentos para ayudar a tus hijos (Ediciones obelisco)
Había una vez un osito que se llamaba Au. Era un osito un poco tímido. En el colegio tenía dificultades para hacerse amigo de otros ositos. Sin embargo, un día decidió armarse de valor.
Se acercó al osito más simpático para conocerlo mejor y jugar juntos, pero mientras se dirigía hacia su compañero, Au no se dio cuenta de que había un lápiz en el suelo. Resbaló y empujó el pupitre de otro osito haciéndolo caer al suelo. El osito miró a Au muy enfadado y dijo:
“¡Eres un tonto!” Entonces el resto de ositos de la clase lo miraron y gritaron a coro:
“¡Au es un tonto!”
Au, avergonzado, se fue llorando. Se sentía muy tonto y torpe, y pensó que no volvería más a la escuela por la vergüenza que sentía.
- Si me llaman tonto, es que soy tonto -se decía a sí mismo.
La mamá de Au lo consoló diciéndole que sólo había sido un accidente. Seguro que los ositos de su clase ya se habían olvidado del incidente.
EL 4 AMBICIOSO (Juan José Millás)
(FUENTE: Números pares, impares e idiotas. Ediciones SM)
Había un 4 que quería ser un 5 porque creía que era mejor ser la mitad de 10 que la mitad de 8. En cada mano había 5 dedos, se decía. Y también en cada pie. Ser la mitad de 8 le parecía una porquería. Además, el 5 con sus curvas y contracurvas, podía hacerse pasar por un cisne.
Quería ser un 5.
Pero aquel 4 vivía solo en la página de un cuaderno por la que nunca pasaban otros números. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí, aunque tampoco le importaba. Su única preocupación, su único sueño, era convertirse en un 5 para ser al menos la mitad de 10.
Un día pasó por allí un 1. El 4 sabía que si lograba tragarse aquel 1 se convertiría en un 5, por lo que se acercó y le invitó a que se sentara sobre él, haciéndose pasar por una silla.
—¡Pero si eres un 4! —dijo el 1.
—Tengo aspecto de 4, pero soy una silla. Siéntate en mí y descansa.
El 1 se sentó y el 4 se lo tragó en un abrir y cerrar de ojos, convirtiéndose en un 5.
EL PAÍS BLANCO.
Autor: Maite Trapiello
(FUENTE: Un mundo de cuentos. ¿Me lo cuentas otra vez?)
Había una vez un país diferente donde todo era blanco. Era blanca la hierba de los parques, los pájaros, el agua, el sol, las nubes y también los niños, todo era blanco.
Un día Carol, una pequeña niña blanca del país blanco entretenida en buscar setas blancas se perdió
El sol es blanco
también la hierba
Carol se ha perdido
buscando una seta
y comenzó a andar y andar de un lado para otro sin saber dónde ir y sin poder encontrar el camino de vuelta. Tanto tiempo estuvo andando que se sintió muy cansada y se echó a dormir.
Bartolo sembró un día un cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol y, cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.
Pronto la planta comenzó a dar cuadernos. Eran hermosísimos, como esos que les gustan a los chicos. Tenían tapas de colores y muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer sumas, restas y dibujitos.
Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:
—¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!