Sukimuki era una princesa japonesa.
Vivía en la ciudad de Siu Kiu, hace como dos mil años, tres meses y media hora.
En esa época, las princesas todo lo que tenían que hacer era quedarse quietitas.
Nada de ayudarle a la mamá a secar los platos. Nada de hacer mandados. Nada de bailar con abanico. Nada de tomar naranjada con pajita.
Ni siquiera ir a la escuela. Ni siquiera sonarse la nariz. Ni siquiera pelar una ciruela. Ni siquiera cazar una lombriz.
Nada, nada, nada.
Lo que les voy a contar ocurrió hace mucho, mucho tiempo, cuando yo iba a visitar a mi tía Nina. Ella vivía en una casa antigua, con un gran patio y muchas flores. A mí me encantaba ir a dormir con Nina porque podía jugar en su jardín por las mañanas, ayudarle a cocinar y sobre todo… ¡Desayunar en la cama!
Siempre tendía para mí un sofá que estaba contra una pared de su dormitorio. Allí me acostaba cada noche y mientras me dormía, me gustaba mirar una gran mancha de humedad que había en esa pared. Buscaba adivinar en esa mancha formas, caras, personajes. Una noche de lluvia ocurrió algo muy extraño. De pronto, vi salir de la pared algo extraordinario. Parecía un fantasma de algodón…pero oscuro, tan oscuro como las nubes que anuncian chaparrones. Sentí que tocaba uno de mis hombros mientras se transformaba en una dama gris de increíble belleza y decía con voz muy profunda, pero dulce y amable:
Felipe estaba harto de ser soldado de torta. En una casa con cuatro niños: Valerio, Víctor, Venancio y Valentín, todos los años le tocaba un cumpleaños de trabajo… ¡Era demasiado! Estaba decidido a cambiar de actividad. Quería ser útil toda la temporada.
Escuchó que el menor, Valentín, de sólo un año, lloriqueaba en la cuna. Su mamá estaba hablando por teléfono, entonces Felipe salió de la alacena y en puntas de pie fue hasta la almohada de Valentín. Le cantó bajito:
Duérmase niñito, duerma Valentín,
su amigo Felipe lo cuidará aquí.
¡El nene se durmió!
CUENTO 1: PEPITA CATALINA SE PERDIÓ
—¿DÓNDE ESTÁ MI PEPITA CATALINA? —PREGUNTÓ CECILIA, CON GANAS DE LLORAR. ESA NOCHE SE QUEDARÍA A DORMIR CON SUS ABUELOS, PERO SIN SU MUÑECA DE TRAPO AL LADO, EL SUEÑO NO VENDRÍA NUNCA.
—YO NO LA VI -DIJO BERNARDO. ACÁ, CON MIS HERRAMIENTAS, NO ESTÁ —Y SIGUIÓ ARREGLANDO SU GRÚA VERDE—. SI LA ENCUENTRO DESARMADA, LE PONGO TORNILLOS Y TE LA DOY.
GABRIEL, POR SU PARTE, EXCLAMÓ:
—YO TAMPOCO LA VI. ESTOY LUCHANDO CONTRA LOS MONSTRUOS ¡NO SÉ SI ELLOS SE LA LLEVARON, PERO LES GANARÉ Y LA TRAERÉ DE VUELTA PARA LA NOCHE, TE LO ASEGURO, CECILIA!
Ágata, la gata, quiere ser pirata. Ha encontrado el mapa de un tesoro. Piensa salir a navegar por los siete mares para conseguirlo.
Ya convenció a su marido, Fortunato Malagato.
Llevarán con ellos a sus cuatro gatitos: Robertito, Cholito, Nito y Tito. Construirán un barco y prepararán equipajes, armas y alimentos. ¡Será una aventura increíble!
Los pájaros carpinteros trabajan y trabajan: el barco debe estar listo para la próxima noche de luna llena. Es la fecha elegida por Ágata y Fortunato. Los carpinteros también deben hacer seis patas de palo: dos grandes y cuatro pequeñas, ¡porque no hay piratas sin patas!
Hay una hora de la noche en que están despiertos los poderes del mal.
A esa hora, los martes, los monstruos se reúnen para hablar de sus cosas. Al final, alguno de ellos cuenta una historia de hombres.
El martes pasado le tocó a Lucy Mortaja, una monstrua cursi, loca por las historias de pasión.
Lucy, lánguidamente acodada sobre un gato negro, que no era sino el demonio disfrazado, se puso a contar la historia. La adornó con ademanes, suspiros, gestos de actriz berreta y comentarios inútiles.
Hubo un tiempo en que no existían estaciones. No había florida primavera, ni verano abrasador, ni otoño nostálgico e invierno helador. Los árboles mezclaban sus flores con sus frutos, sus hojas amarillas con sus desnudas ramas y en un mismo día podía llover y helar, hacer un frío que pelaba o el más agotador de los calores.
Por aquella época andaban todos un poco locos con tanto cambio de tiempo. Los caracoles sacaban sus cuernos al sol para sentir en seguida la lluvia sobre sus caparazones espirales. Los osos se iban a dormir cuando hacía frío y antes de que hubieran conciliado el sueño ya estaban muertos de calor en lo más profundo de su cueva. Todos andaban despistados pero como no había normas vivían felices en el caos más absoluto.
Del libro: "Un elefante ocupa mucho espacio".
Tío Gustavo me tiró de las trenzas y luego me hizo girar a su alrededor sosteniéndome de un brazo y de una pierna. Ese es el modo de demostrarme su cariño cuando pasamos varios días sin vernos. Como aquella tarde en que volví de mis vacaciones, por ejemplo.
—¡Nena! ¡Por fin de regreso! —me dijo contento—. Tengo un gran problema con mis dos espejos…Espero que me ayudes a solucionarlo…
Sin darme tiempo para deshacer mi equipaje, me condujo hasta su habitación.
—¿Qué le pasa a tus espejos, Tío?
Cuento 1: LA LLAVE DE JOSEFINA
Hay gente que no tiene paciencia para leer historias.
Acá se cuenta que Josefina iba caminando y encontró una llave. Una llave sin dueño. Josefina la levantó y siguió andando.
Seis pasos más allá encontró un árbol. Con la llave abrió la puerta del árbol y entró. Vio cómo subía la savia hasta las ramas y subió con la savia.
Y llegó a una hoja y a una flor. Se asomó a la orilla de un pétalo, vio venir a una abeja y la vio aterrizar.
Con la llave, Josefina abrió la puerta de la abeja y entró.
La oyó zumbar desde adentro, conoció el sabor del néctar y el peso del polen.
Y voló hasta un panal.