Hace mucho tiempo, en los días en que los animales y las personas podían hablar entre sí y entenderse, un cazador salió a cazar con su arco y sus flechas.
A poco de andar, oyó un extraño ruido y se detuvo a escuchar. El sonido provenía de un agujero en el suelo. ¿Qué era lo que hacía ese ruido? Era una rata, una ratita que se había caído en un hoyo y no podía salir.
—¡Ayúdame! —le suplicó al cazador-. Por favor, bondadoso señor. ¡Ayúdame a salir de aquí!
El cazador inclinó su arco hasta el pozo. La rata subió por el arco y así pudo salir del agujero.
—Gracias —dijo la rata—. Me hubiera muerto de hambre allí dentro. Hombre bondadoso, si alguna vez puedo ayudarte, lo haré.
El cazador se rió.
—¿Qué? ¿Tú ayudarme a mí? ¿Una cosita tan pequeñita como tú?
—Ya veremos —dijo la ratita. Y con una inclinación de cabeza, se escurrió por el camino.
El cazador siguió su camino también. Pero no había ido aún muy lejos, cuando empezó a levantarse un fuerte viento y grandes nubes de tormenta se entrechocaron en el cielo.
—Será mejor que me busque un refugio —se dijo el cazador. Y corrió hasta una cueva para refugiarse y esperar hasta que la lluvia parara. Una vez adentro, se acomodó para comer la vianda que llevaba con él.
De pronto, una sombra oscureció la boca de la cueva: era un enorme león que estaba entrando.
El cazador trató de manotear su arco, pero el león se interpuso. ¡Estaba atrapado!
—Ah... buen día, león —dijo el cazador con amabilidad— ¿Ésta es su cueva? No era mi intención quitársela. Yo sólo estaba aguardando a que la lluvia parara. Así que ahora si se corre un poquito, seguiré mi camino y...
—¡No! —rugió el león— ¡Quédate! Come tu comida. Y luego, te comeré yo a ti.
El cazador pensó que ése iba a ser seguramente su fin, cuando de pronto se escuchó una risa que resonó por toda la caverna.
—¡Oh, sí! —dijo una profunda y terrible voz—. El cazador comerá su comida. El león comerá al cazador. Luego, yo me comeré al león.
—¿Dónde estás tú? —preguntó el león mirando para todos lados.
—Alrededor de ti, por todas partes.
—Y ¿quién eres tú?
La poderosa risa resonó por toda la caverna.
—Soy el terrible matador de leones. Apúrate león, así yo podré comerte a ti.
El león dudó.
—Yo... yo creo que no tengo mucha hambre ahora —murmuró el león. Y se puso de pie y corrió fuera de la cueva como un cachorro asustado, hasta que se perdió de vista.
El cazador recogió su arco.
—¿Quién será el terrible matador? ¿Quién es lo suficientemente valiente como para asustar a un espantoso león?- susurró el cazador.
—Yo —dijo la ratita, asomándose por entre unas rocas.
—Pero, tú eres tan sólo una ratita —dijo el cazador— ¿Quién tenía esa voz terrible?
—Yo —contestó la rata—. Yo sé que soy demasiado pequeña para luchar con un león. Pero, en cambio, los ecos maravillosos de esta caverna hicieron que mi voz sonara terrible y poderosa.
El cazador rió.
—Oh, mi inteligente amiga, perdóname por burlarme de ti. Puede que tú seas pequeña, pero yo debería haberme dado cuenta de que la inteligencia y la bondad no pueden medirse.
FIN
Autor desconocido.
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Visto y leído en: Caballito de Mar. Suplemento infantil del diario EL TIEMPO. (pdf)
http://media.eltiempo.com.ve/EL_TIEMPO_VE_web/25/suplementos/docs/0744247001301014507.pdf
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Imagen: Tang Yau Hoong - artista gráfico / ilustrador / diseñador
http://tangyauhoong.com/illusion-surrealism/
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