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Cuento: LAS OREJAS DE URBANO, de Francisco Hinojosa


LAS OREJAS DE URBANO

UNA LENGUA, DIEZ DEDOS, DOS OREJAS

Urbano es un niño como muchos de los que pueblan el mundo: se llena la boca de dulces, hace travesuras cuando menos se lo esperan sus papás, le gusta buscar caramelos, explora el fondo de sus narices, le parece horrible el sabor de la zanahoria cocida, sabe hacer excelentes pasteles de lodo, es un buen conductor de bicicletas y avalanchas, y además tiene una boca, una lengua, dos brazos, diez dedos en las manos y otros tantos en los pies, pelo en la cabeza y un solo ombligo en el centro de la panza.

En lo único en lo que Urbano es distinto de los demás es en las orejas: una es un poquito más grande que la otra, aunque la verdad hay que fijarse mucho para descubrir que son de diferente tamaño.

Su mamá, que había notado ese pequeño detalle desde su nacimiento, nunca le dio la mayor importancia. Y como a Urbano siempre le gustó tener el pelo largo, sus orejas casi no se veían. Con el paso del tiempo, tanto él como sus papás olvidaron esa pequeña desigualdad de tamaño.

Por eso Urbano era igualito a todos. O al menos así fue durante varios años.


A LA MAESTRA LE DUELE LA CABEZA

Un día, cuando Urbano festejaba su cumpleaños número diez, sus orejas comenzaron a hacerle pequeñas travesuras: la oreja chica empezó a escuchar cosas que la oreja grande no captaba. Y por su parte, la oreja grande continuó oyendo las cosas que a la pequeña ya no le interesaban.

Por la oreja grande, Urbano pudo escuchar “Las mañanitas” que le cantaron por su cumpleaños, las palabras de su papá cuando le entregó su regalo, las risas de sus amigos, las canciones que surgían del aparato de música, los estornudos de su abuela y el regaño que le puso su maestra el lunes siguiente por no llevar la mochila. O sea: la oreja grande de Urbano funcionaba exactamente igual que cualquier oreja del mundo.

En cambio, la oreja chica empezó desde ese día a escuchar cosas que otras orejas no oían.

Al día siguiente de su fiesta de diez años, mientras desayunaba en compañía de sus papás y de su hermano mayor, Urbano escuchó muy claramente, a través de su oreja más pequeña, lo que estaba pensando su papá: “Dentro de quince días empiezan las vacaciones y a mí todavía no se me ha ocurrido qué hacer. A lo mejor no es mala idea ir otra vez a la playa…”

–Sí papá, –se apresuró a comentar Urbano con entusiasmo–, me encantaría que fuéramos otra vez a la playa.
Estuvo de lujo el año pasado, ¿verdad?

–Yo no dije nada –aseguró el papá sorprendido.

–¿Por qué dijiste eso de ir a la playa? –preguntó la mamá, también extrañada.

–Lo oí clarito…

–¡Yo no dije nada! Solo estaba pensando…

–Yo tampoco oí nada –se metió el hermano en la conversación–, aunque la verdad no estaría nada mal. A mí también me gustaría ir otra vez a la playa.

El lunes en la escuela volvió a sucederle lo mismo: escuchó los pensamientos de su maestra:
“Con este dolor de cabeza, no sé por qué vine a dar clase…”

–Si le duele la cabeza, maestra –dijo Urbano en cuanto ella le permitió hablar–, podemos salir al patio…

–¿Y por qué crees que me duele la cabeza? –le preguntó.

–Es que usted lo dijo…

–¡Yo no dije nada! –gritó, verdaderamente molesta de que uno de sus alumnos se hubiera dado cuenta de su malestar–. De cualquier manera es una buena idea: salgan al patio, anden, salgan todos al patio y déjenme en paz…

Durante los siguientes días el oído chico de Urbano continuó escuchando lo que pensaban sus papás, hermano, su abuela, su tía Ernestina, sus vecinos, sus compañeros de escuela y el dueño de la tienda de helados.

Para él mismo, los extraordinarios poderes que tenía eran del todo inexplicables. De cualquier manera, la vida seguía su curso y nadie se tomaba en serio las locuras de un niño que aseguraba oír lo que pensaban los demás.

A su vez, Urbano se daba cuenta de las molestias que les ocasionaba a todos cuando delataba lo que estaban pensando. Hasta que un día decidió ya no volver a presumir su extraño don y pasar ante los demás como un niño común y corriente.




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Francisco Hinojosa (Poeta, narrador y editor mexicano)
“A la maestra le duele la cabeza”, en Las orejas de Urbano, México, SEP–Santillana, 2007.



https://www.loqueleo.com/mx/libro/las-orejas-de-urbano

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Visto y leído en: LEEMOS MEJOR DÍA A DÍA (Antología Tercero - formato pdf)
Secretaría de Educación Pública (SEP) MEXICO
http://literacias.net/bibliodigital/download/172/Leemos%20mejor%20dia%20a%20dia%20-%20Antolo%20-%20SEP.pdf

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