Margarita era una niña muy alegre y divertida, tenía el cabello rubio, muy largo, ojos azules, piel muy blanca con pequitas sobre la nariz, le gustaba ir a la escuela y tenía muchas amigas.
Pero había algo en su vida que no le gustaba para nada, su nombre, siempre se preguntaba por qué no se llamaba Mariana, Silvana, Agustina o Cecilia, o algún otro nombre más sofisticado que Margarita. Su mamá le decía que Margarita simbolizaba la simpleza, la dulzura y el aroma de la flor más sencilla pero la más linda y duradera de todas las flores del universo.
Esto no conformaba a la niña y cada día estaba más disconforme y hasta le estaba cambiando el carácter, se había vuelto descortés y siempre se la veía de mal humor.
Quería que la llamaran Cecilia, pero nadie se acostumbraba y seguían diciéndole Margarita. Un día, se despertó, abrió los ojos despacito porque tenía una sensación extraña, miró a su alrededor y en la habitación todo estaba en su lugar, solamente vio a los pies de la cama un poco de tierra, pero pensó que era de los zapatos.
Quiso enderezarse y con horror se dio cuenta de que no tenía los brazos, Margarita, aterrada llama a los gritos a su mamá, quiso levantarse de la cama y no pudo. No tenía cuerpo, en vez de piernas tenía una especie de tallo verde que terminaba en una raíz con restos de tierra.
-¡Mamá, mamaaá! ¡Estoy soñando, es una pesadilla! Me he convertido en una planta.
-¡Quiero el espejo!,-gritaba Margarita
La mamá, asustadísima y temblando le alcanzó un espejo y la niña se miró y no podía creer lo que veía, era una flor, más exactamente una margarita con finos pétalos blancos y el centro amarillo huevo, y allí sus ojos azules se inundaron de lágrimas, su nariz, su boca seguían igual en ese centro amarillo.
Pronto la noticia corrió por el vecindario, y los amigos, todos en la ciudad se enteraron de la margarita-niña, como empezaron a llamarla en las primeras planas de los diarios y en los noticieros de la televisión.
Todo el mundo quería saber los detalles de semejante transformación. Algunos no creían que fuese cierto, pero los que conocían a la niña comprobaron que era verdad.
En la casa sonaba el teléfono y tocaban el timbre en forma insistente, la T.V, los diarios y todos los medios informativos querían una entrevista con el fenómeno en que se había convertido la niña, pero su familia se negó en forma terminante.
Mientras fuera de la casa había tanto revuelo, dentro de la misma, trataban de solucionar el problema, consultaros médicos, brujos, tarotístas, curas y todo tipo de científicos y gente dedicada a las ciencias ocultas, todo servía para tener un referente que les dijera cuál era el motivo de esa aberración. Los médicos le extraían savia con una jeringa, le hacían radiografías y nada.
¡Era una planta! No tenía corazón ni órganos humanos, lo único humano que conservaba era la cara y aparentemente el cerebro pensante, una mente inteligente atrapada en una bella margarita.
La vida de la margarita-niña o la niña-margarita se tornó muy difícil, ya que tenía gustos humanos pero necesidades vegetales, como por ejemplo margarita quería comer papas fritas y gaseosas y la planta sólo quería agua fresca y tierra, no podía estar acostada ni estar fuera de la tierra porque se empezaba a marchitar.
Para mayor facilidad la mamá la convenció de plantarla en el jardín hasta que encontraran una cura para ella. La plantaron al lado de las rosa y las caléndulas, le ponía el televisor en la ventana de su cuarto para que viera sus programas favoritos. Las amigas la visitaban frecuentemente, las plantas cercanas la ayudaban, le daban sombra a la tarde y de noche se inclinaban para taparla, agitaban sus hojas para ahuyentar a los sapos porque Margarita les tenía miedo.
Fue pasando el tiempo y la margarita-niña creyó que nunca más sería una niña normal, pero se daba cuenta de que a las margaritas todos las querían, pasaban los niños y las olían, las viejitas se quedaban mirándola y las mamás decían lo hermosas que estaban las margaritas, todos las querían para su jardín, porque duraban mucho, crecían muchísimas, y los canteros se engalanaban con sus flores.
Los enamorados las deshojaban repitiendo: -¡Me quiere, no me quiere, me quiere… así hasta terminar muy contentos si el último pétalo coincidía con un:
-¡Te quiero!
La niña en sus largos días de quietud en el jardín, rogaba una y otra vez que si todo volvía a la normalidad, jamás de los jamases volvería a protestar por nada. Una mañana de primavera, la mamá salió al jardín para regar a su niña-margarita y a darle un beso como hacía todos los días y se encontró con que habían arrancado la flor.
Dando alaridos de angustia corrió a la casa para informar al papá y los hermanos, recorrieron todo el jardín, pero no la encontraron, la planta no estaba. Todos lloraban amargamente culpándose de no haber vigilado por las noches, pensaron que quizá fueron los muchachitos que salen a vagar, de esos que escriben paredes y hacen maldades, o un enamorado que la cortó para su novia, porque no la encontraron rota o sus pétalos tirados.
- ¡La cortaron! La familia no tenía consuelo.
De pronto, de una de las ventanas de la casa, una voz conocida les dijo:
-Mamá, soy yo, Margarita, no sé cómo, pero me desperté en mi cama, otra vez soy yo.
Era cierto, todos miraron asombrados a margarita, con su cuerpo, su pelo larguísimo y rubio, sus brazos y piernas y sus ojos llenos de lágrimas.
¿Qué fue lo que pasó? Nunca se supo, fue todo tan raro que nadie se atrevió a investigar nada, no se habló más del asunto. Eso sí, Margarita jamás de los jamases se sintió disconforme con nada, se sintió feliz de ser una niña normal otra vez y aceptó su nombre Margarita y plantó tantas margaritas en el jardín que desde los edificios altos se veía como una alfombra amarilla y blanca.
FIN
Visto y leído en: EnCuentos
Cuentos Infantiles. Recursos Educativos y Salud
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Susana Cavallero. Escritora y comerciante argentina (San Miguel del Monte, Provincia de Buenos Aires, 1954). Ha recibido menciones de honor en distintos certámenes literarios. Textos suyos han sido incluidos en diversas antologías y, además, ha publicado el libro de cuentos Personas (Editorial C.I.E.N., 2001). Integra la comisión del Círculo de Escritores de Monte, que dicta talleres literarios para adultos y niños, organiza cafés literarios y realiza actos culturales e impresión de revistas artesanales con las obras de los socios escritores, además de conferencias y seminarios con autores conocidos.
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Cuentos Infantiles. Recursos Educativos y Salud
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Susana Cavallero. Escritora y comerciante argentina (San Miguel del Monte, Provincia de Buenos Aires, 1954). Ha recibido menciones de honor en distintos certámenes literarios. Textos suyos han sido incluidos en diversas antologías y, además, ha publicado el libro de cuentos Personas (Editorial C.I.E.N., 2001). Integra la comisión del Círculo de Escritores de Monte, que dicta talleres literarios para adultos y niños, organiza cafés literarios y realiza actos culturales e impresión de revistas artesanales con las obras de los socios escritores, además de conferencias y seminarios con autores conocidos.
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