miércoles, 1 de mayo de 2013

Cuento: SÁQUENME DE AQUÍ, de Andreu Martín


Éste es un chico que caminaba sobrecogido por un mundo hostil.

Dentro de su cabeza, llevaba puesto un grito: «¡Sáquenme de aquí!».

En casa, sus padres se empeñan en que sea distinto de cómo es, quieren obligarlo a ser como ellos han dispuesto. Pero él piensa que, mientras sea como ellos dictan, nunca sabrá cómo es realmente, de manera que, para encontrar su propio camino, debe apartarse del camino que le marcan. Sin embargo, cuando lo hace, se encuentra perdido y asustado, convencido de que ya nunca podrá salir de ese atolladero, sin padres a quienes pedir ayuda. Grita «¡Sáquenme de aquí!» y nadie le oye.

Quizá en algún momento buscó ayuda y consuelo en sus amigos.
Pero sus amigos parecen tener aficiones e intereses distintos a los suyos. Siempre quieren hacer lo que a él no le apetece, hablan de cosas que él no entiende, o se ríen de chistes a los que él no ve maldita la gracia.

«¡Sáquenme de aquí!» Y en la escuela tampoco está la solución. La escuela es un palacio del absurdo para él.

Por eso ahora, de pronto, se siente a gusto en este nuevo recinto donde todas las paredes parecen iguales y nadie trata de decirle nada.

Son tranquilizadores el silencio y el sosiego, la falta de estímulos impuestos de forma agresiva.

En su mente ha dejado de sonar el grito.

Poco a poco, se percata de que eso que hay enfrente son libros.

Libros ordenados en estanterías, dispuestos a ser leídos. No son una obligación sino una opción.

Quietos. Pacientes. Disponen de todo el tiempo del mundo.

Claro que no es fácil. Ante todo, hay que dar unos pasos, aproximarse a ellos y torcer la cabeza para poder leer los títulos de los lomos. No es tan fácil como el cine o la tele, por ejemplo. En el cine o en casa, frente a la tele, sólo tienes que repantigarte en un asiento y permitir que lleguen las imágenes. Puedes permanecer atento a ellas y reflexionar sobre el mensaje que te transmiten, disfrutar de cada detalle y hablar más tarde, al salir del cine, sobre lo que has aprendido. Pero también puedes permanecer pasivo, pensando en tus cosas mientras la pantalla se llena de colorines. El libro exige un esfuerzo mayor, es verdad. Incluso hay que doblar la cabeza ahora hacia un lado ahora hacia otro porque los títulos no siempre están dispuestos en la misma dirección. Lo cierto es que en la cabeza del chico ya no suena el «¡Sáquenme de aquí!».

Al fin, se animará a tomar un libro y abrirlo. Y hasta leerlo.

Ahí, el chico en cuestión descubrirá un mundo amigo porque es mundo propio y privado. Las palabras son objetivas, iguales para todo el mundo, pero las sensaciones y sentimientos que despiertan en él sólo son suyos, personales e intransferibles. En la relación con el libro no existe ese pasotismo descerebrado que te puedes permitir ante una película. En estas estanterías, el chico hallará el mundo que andaba buscando. Su propio camino, su personalidad, la forma de su futuro, los temas de conversación para departir y compartir con los demás, esos campos de interés que un día llenarán su futuro.

Está en una biblioteca. Y ya no grita «¡Sáquenme de aquí!».



FIN

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Mi biblioteca: La revista del mundo bibliotecario, ISSN 1699-3411, N.º 3, Octubre 2005, pág. 13.
Fundación Alonso Quijano
Andreu Martín es Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1989.

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Ilustración de David Pintor

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